Cuando pase la euforia, la locura que este equipo de Lionel Scaloni ha despertado en los hinchas, quedará tiempo para analizar qué fue lo que llevó a la Argentina en la ciudad de Doha a lo más alto del fútbol mundial. Entre esas razones estarán sin dudas el capitán y emblema Lionel Messi; su fiel escudero Di María; el carismático Dibu Martínez –héroe de los penales–; el incansable Nicolás Otamendi –seguro entre los mejores defensores del Mundial–; y las irrupciones en el equipo de ese trío irreverente que conformaron Enzo Fernández –elegido mejor jugador Sub-23 de la Copa–, Alexis Mac Allister y Julián Álvarez.
Seguirán los festejos aquí y allá, la alegría durará mucho tiempo más y no faltará el análisis que, con el correr de los días, irá entregando sus mejores versiones. Mientras tanto, con el corazón latiendo todavía a mil, todos los argentinos: jugadores, cuerpo técnico, exjugadores, hinchas... todos sabemos que lo que hizo que este sueño se hiciera realidad fue sencillamente lo más básico que tenemos los seres humanos: el trabajo en equipo. El deporte, se sabe, tiene un enorme poder pedagógico. Todo el tiempo nos enseña y todo el tiempo podemos aprender algo de él. Scaloni, junto a sus ayudantes Pablo Aimar, Walter Samuel, Roberto Ayala supieron transmitirles esa idea a los futbolistas de la Selección, que jugaron como equipo, se apoyaron, se complementaron, se unieron y se fortalecieron, y tras ganar la Copa América se propusieron otro gran objetivo: ser campeones del Mundo. Los resultados están a la vista.
* Sociólogo, docente y periodista.