Por: Ricardo Ragendorfer.-
Trepada al escenario montado junto a la plaza Castelli, la ciudad de Dolores le
exhibía a Patricia Bullrich su típica calma pueblerina. Y a viva voz, soltó:
-¡La gente apoya a Macri! Su
gobierno y el de Raúl Alfonsín fueron un ejemplo de moral pública. No somos
iguales a quienes hoy nos gobiernan. Por eso estamos acá, frente a los
estrados, cumpliendo con la Justicia.
Lo dijo sin ponerse colorada.
Entonces, miró el horizonte, como
para ser así captada por las cámaras. Ante sus ojos no había más que 200 seres
que aplaudían con tibieza.
Seguidamente acribilló con la
mirada a Hernán Lombardi, el actual secretario de Movilización del PRO, quien
permanecía con la cabeza gacha.
En ese momento, Mauricio Macri
tomó la palabra. El punto más vibrante de su improvisación fue cuando dijo:
–Hay gente que lamentablemente
quedó varada en la ruta, porque había más controles policiales que los
normales.
Lo dijo sin ponerse colorado.
En ese preciso instante, «Pato»
estiró los labios; fue su modo de forzar algo similar a una sonrisa.
¡Pobre! Ella, que había hecho de
la acumulación de poder la razón de su existencia, siempre junto al ganador de
turno, ahora se encontraba engrampada a ese animal político en caída libre.
Hubo un tiempo en el que ser la
presidenta del PRO –y por añadidura, la vicaria de Mauricio– le auguraba un
venturoso porvenir. Pero esa sensación se fue diluyendo con el devenir de los
acontecimientos.
Quizás haya sido inconsciente
ante los primeros signos de esa debacle. Y tal vez sus sueños de grandeza hayan
comenzado a tambalear bajo sus pies durante el otoño pasado, cuando Macri le
pidió que llevara al prófugo Fabián Rodríguez Simón (a) «Pepín» a su lista para
otorgarle fueros.
Lo cierto es que el expresidente
temía que su otrora capataz tribunalicio se presentara a la Justicia en calidad
de arrepentido.
El propio Pepín hizo alusión a
semejante posibilidad al ser entrevistado por Jorge Fontevecchia para la señal
Net. TV. Entonces, dijo:
– ¿Arrepentido de qué? No cometí
ningún delito; no tengo nada de qué arrepentirme.
Pero dicha afirmación no
tranquilizó a sus correligionarios. Porque los macristas saben mejor que nadie
lo que vale la palabra de un macrista. ¿Cuán intenso habría sido el azoro de
Bullrich ante esa directiva de Mauricio?
De todos modos, el imperio de los
hechos no le dio tiempo ni siquiera a deslizar dicha cuestión. Porque su
acérrimo rival en el firmamento partidario, Horacio Rodríguez Larreta, se
mostró inflexible al anunciar que su candidata para ir a la cabeza de sus
diputados nacionales no era otra que María Eugenia Vidal. Aquello fue lo más
destacado del encuentro que ellos mantuvieron por entonces
Al concluir, Bullrich atajó a los
movileros con forzada resignación:
– No tengo edad ni ganas de
pelearme por un cargo.
¿Fue su renunciamiento histórico?
Incluso entre sus aliados aquella
frase fue asimilada con escepticismo. Porque los macristas saben lo que vale la
palabra de una macrista.
Es posible que a partir de
entonces, ella haya empezado a sentir que su tren de la victoria se había
convertido en un autito chocador.
Esas aciagas circunstancias la
impulsaron a dar (o simular) un paso por elevación al referirse en voz alta a
su candidatura presidencial para 2023.
¿Fuegos de artificio?
Tal etapa coincidió con su
acercamiento a figuras de extrema derecha, dentro y fuera del PRO.
Entre los primeros estaba el
diputado neuquino, Federico Sánchez, líder de Unión Republicana (UR), una línea
interna de Juntos por el Cambio (JxC).
El tipo es un cavernícola de
manual; en las redes sociales define los ejes de su ideario con solo tres
palabras: «Dios, Patria y Hogar». De oratoria algo rústica, su discurso provida
en las sesiones parlamentarias donde se trataba la Interrupción Voluntaria del
Embarazo (IVE) no mostró la vehemencia de los argumentos a favor de la pena de
muerte que suele esgrimir de tanto en tanto, como invitado en algún canal de
cable.
También es un fanático de la
«justicia por mano propia». El feminismo es otra de sus aversiones predilectas;
eso ya le valió una denuncia en el INADI por denostar la Ley Micaela (que
establece la capacitación de género para los funcionarios del Estado), a la que
considera una forma de «adoctrinamiento marxista». Sí, ese es su lenguaje.
Entre los extrapartidarios figura
nada menos que Javier Milei.
El vínculo entre ellos data del
27 de febrero, en ocasión del «banderazo» con las bolsas mortuorias en Plaza de
Mayo.
Fue cuando, al cruzarse con él,
Bullrich le estrechó cálidamente la mano ante el bullicioso beneplácito de la
concurrencia.
Se dice que el flechazo fue
mutuo.
Luego tuvieron una cena, diríase «romántica», en la casa del sindicalista Marcelo Peretta, otro fascista de renombre.
Allí, ella lo tanteó con la
posibilidad de ir juntos en la lista de las todavía lejanas PASO. Pero Milei se
hizo el desentendido.
Bullrich entonces asumió que no
era el momento indicado para avanzar en ese punto. Y solo dijo:
–Todo bien. Pero queda claro que
el enemigo es el kirchnerismo, ¿no?
Peretta ya miraba afanosamente su
reloj. Eran las dos de la mañana.
Casi seis meses después, cuando
se difundía el resultado de las PASO, ambos se abrazaron en el estudio del
canal macrista La Nación+.
«Milei es un fenómeno
interesante», dijo Bullrich.
Desde entonces se han visto otras
tantas veces.
Incluso, ciertas personas
cercanas a la exministra no descartan que ella lo deje a Mauricio para ser su
ladera (siempre junto al ganador de turno, ¿no?).
Lo cierto es que se trata de un
amor con final abierto.
Sin embargo, por ahora, Pato
sigue caminando junto a Macri, así como sucedió el jueves en Dolores.
Allí, ella dio la nota al
increpar a Luis Tagliapietra, padre de una víctima del ARA San Juan y abogado
de algunos familiares. Sus palabras fueron:
–Hubo una tragedia, Nuestro
gobierno hizo todo lo posible. Y usted está politizando la causa de una
tragedia nacional.
Una hermosura de persona.