A más de una
semana de las primeras tomas hay varias preguntas en el aire: ¿está los jóvenes
despolitizados? ¿Qué lugar tiene la politización en la construcción de
subjetividades?
La sociedad
argentina, tan propensa a construir prejuicios y estigmatizar, en los últimos
días se llevó una sorpresa que conmovió las creencias establecidas, es decir,
el sentido común. Durante la cuarentena, los adolescentes y jóvenes fueron los
chivos expiatorios de todas las críticas, abundando comentarios demonizantes
como “relajación de la juventud ante el COVID”, “no usan barbijos”, “no les
importa nada”. En sintonía con esa lógica desvalorizante agitada por los
medios, se concluía que los adolescentes estaban “perdidos”, “despolitizados”,
“desmotivados”, etc.
En paralelo a esa
realidad que nos venden y se impone hegemónicamente, la semana pasada nos
enteramos que existen estudiantes secundarios que se mueven, demandan,
organizan y luchan. Varias escuelas –Mariano Acosta, Federico García Lorca,
Lengüitas– comenzaron con las tomas y otras – Escuela Superior Especializada en
Cerámica N° 1, Mariano Moreno, Rogelio Yrurtia, Juan P. Esnaola, Rodolfo Walsh,
Nicolás Avellaneda, Liceo 5 y Osvaldo Pugliese– se fueron sumando a la lucha estudiantil.
Inmediatamente se solidarizaron con la protesta el Colegio Nacional Buenos
Aires y el Carlos Pellegrini. Lxs estudiantes reclaman viandas de calidad
nutricional, mejor infraestructura edilicia y se oponen a las prácticas
laborales en empresas.
El gobierno de
Rodríguez Larreta y su ministra de Educación Soledad Acuña, respondiendo al
cálculo político de la interna de Juntos por el Cambio que exige mayor
derechización, en lugar de escuchar y dialogar con la juventud decidió enviar
efectivos policiales a las casas de algunxs de los alumnxs que participaron de
las tomas y judicializar la protesta. La Policía de la Ciudad que “pagamos
todxs con nuestros impuestos”, al servicio de vigilar y castigar.
El gobierno de
Rodríguez Larreta, que basó su campaña anticuarentena en la expresión de que el
valor más importante era la educación, no es capaz de invertir en los edificios
escolares ni en viandas de calidad para lxs estudiantes. El marketing político,
el chamuyo explícito y la desvalorización de lo público por parte de la derecha
a esta altura no sorprende a nadie.
En particular,
merece que nos detengamos en las llamadas prácticas laborales en empresas,
impuestas en forma obligatoria a los alumnos del último nivel secundario de la
Ciudad de Buenos Aires. El gobierno porteño exige a los alumnos que cursan
quinto año del secundario una carga horaria obligatoria y no rentada de trabajo
presencial en empresas privadas y dependencias públicas, como Policía de la
Ciudad o Higiene Urbana. La medida, establecida por decreto, pone a los menores
en lugares no preparados para recibirlos, sin docentes que los acompañen y sin
la autorización de los padres para trasladarlos fuera del edificio escolar.
Estas horas de
“trabajo forzado” –entre disciplina y castigo– va en contra de la formación en
matemáticas, filosofía e historia, cuyas horas fueron reemplazadas por el
trabajo de los menores en actividades ajenas a los programas de estudio. La
situación desató profunda inquietud en la comunidad educativa y despertó
rechazos en distintos ámbitos, incluyendo padres, gremios docentes, centros de
estudiantes, la Asesoría Tutelar de Menores y la propia Legislatura de la
Ciudad.
Según promociona
la página web de la ciudad, las ACAP les permitirán a lxs estudiantes
"desarrollar nuevas capacidades, tomar decisiones con autonomía y
estimular su creatividad, su pensamiento crítico y su potencial de trabajar en
equipo". Pero cuando asumen decisiones con autonomía y pensamiento
crítico, como la realización de una toma en defensa de sus derechos, no se los
escucha, se los reprime y culpabiliza.
Está claro que
las prácticas laborales, maniobra inconsulta tomada unilateralmente por el
Gobierno de la Ciudad, está destinada a intervenir a nivel de la ideología.
Louis Althusser, en su famoso libro “Ideología y aparatos ideológicos del
Estado”, afirmó que la escuela es un eslabón fundamental en la reproducción
ideológica y en la producción de subjetividad neoliberal.
¿Qué modo de vida
impulsa esta ideología?, ¿Qué subjetividades se producen? La escuela neoliberal
concibe la cultura como una empresa, siendo el objetivo instalar la idea del
hombre económico como capital humano, generador de riqueza y empresario de sí
mismo. Por otra parte, propone una concepción del trabajo caracterizado por el
modelo de la precarización generalizada. Ni siquiera se trata de explotación
capitalista, sino de servidumbre y disciplinamiento del capital humano, para
aprender a “vivir en la incertidumbre” de la flexibilización laboral calculada.
La concepción
neoliberal pretende instalar la idea de la empresa permanente, acumulando
cuerpos domesticados que aporten su fuerza de trabajo a favor del sometimiento,
consiguiendo una prestación que apunte a la maximización de la utilidad de los
cuerpos. Educar para la servidumbre, para la obediencia de personas que
aprendan a enfrentar la vida individualmente, sin política y despojadas de
derechos laborales.
A contramano de
lo que se “vende”, no hay educación neutral ni apolítica y la lucha de los
secundarios conmueve el núcleo de la producción de subjetividad neoliberal.
¿Lxs adolescentes
están despolitizados? Todo indica que no es así.
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Psicoanalista magister en ciencias
políticas / Autora de Populismo y psicoanálisis, Colonización de la
subjetividad Mentir y colonizar La reinvención
democrática