La policía de la corrección que ahuyenta diálogos posibles e interlocutores. Las falsas dicotomías, como tener que elegir entre los derechos económicos y otros derechos humanos. ¿Cómo llegamos a un punto en el que los feminismos y las disidencias sexuales funcionan como chivos expiatorios de las derrotas del campo popular?
Autocrítica no es negar todos los avances. En ningún momento es quitarle responsabilidad a los cínicos e inhumanos. Hacer el ejercicio de repasar lo que hicimos, lo que funcionó y lo que no, es poder trazar un camino presente y a futuro que nos lleve a nuevos errores y mejores aciertos. Es un balance para demostrarle a quienes se creen tan aliados que no alcanzan las sobras que nos dan, porque nos siguen matando.
Mientras el gobierno quiere quitarnos los derechos obtenidos y sigue vaciando las instituciones que velan por las diversidades, en los medios con mayor alcance nos invisibiilizan. O nos dedican escasos minutos para contar lo evidente. Mientras la mayoría se relamió y extrajo todos los likes que pudo de los dichos LGBTodiantes de Nicolás Márquez, muy poco hablaron del ataque de odio y lesbicidio de Barracas. Y los pocos que lo nombraron, al igual que nosotres, llegaron tarde. Porque para hablar de este crimen de odio hay que hablar de emergencia habitacional, de precarización laboral, de adulteces lésbicas y de muchos más factores. Por eso es urgente una autocrítica colectiva que nos ayude a repensar herramientas, estrategias y alianzas.
Podemos (debemos) hacer una autocrítica sin por eso ponernos en el lugar de responsables de las múltiples cagadas de nuestras dirigencias y referentes. Milei no ganó las elecciones ni por el cupo laboral travesti trans, ni por el DNI no binario, ni por las marchas del orgullo. Antes de empezar a auto evaluarnos, debe quedarles muy en claro que si la gente hubiera llegado a fin de mes, los derechos humanos no hubiesen sido el discurso “escudo” de tantos odiantes. Nuestras vidas, nuestros derechos, nunca fueron el factor “pianta votos”.
¿Fue por decirle “elles” a los gatos que ganó Milei? Tampoco, y Noelia Custodio -quien dijo esto en una entrevista con Rebord- seguramente lo sabe. Antes de apuntarla a ella preguntémonos la responsabilidad en nosotres como un todo al instalarnos en la literalidad. Porque cuando nos convertimos en la “yuta de la corrección política” perdimos interlocutores. Esto nunca significó dejar de exigir respeto, ni “perdonarle” las microagresiones a la otredad, sino que hubo un punto donde pudimos frenar y pensar las estrategias de maneras nuevas. Porque si la autocrítica no tiene un llamado a la acción posterior, no sirve. No nos “auto criticamos” (individual y colectivamente) por el heredado placer de flagelarnos, sino para cosechar nuevas maneras.
¿Pero qué pasa cuando todo esto falla? Cuando luego de la autocrítica y acción seguimos siendo las víctimas. Cuando la pedagogía gratuita que tenemos que proveer siempre sigue sin dar resultado. Cuando de este lado y de aquel quieren que seamos el chivo expiatorio de sus fracasos. En esos casos la opción de mandar a todos a la mierda, animarnos al disenso, y de exigir los espacios que nos corresponden también es válida, y hasta necesaria. Porque ellos, los políticos que hoy nos dejan con conducciones acéfalas, los medios que no sostienen su responsabilidad, los activismos clasistas, los “aliados” que cuando dejamos de dar rating se borraron, ellos nunca hicieron autocrítica.
¿Jamás se preguntaron los medios hegemónicos de qué sirve llevar discursos de odio a sus mesas? “¿Hay que invitar fachos?”, se preguntaban. Claro que hay que invitarlos, hay que exponerlos, pero si en tu panel periodístico no hay personas calificadas para rebatir esto es mensajes cargados de prejuicio y desinformación, es la responsabilidad de tu medio haber contribuido al desprecio contra un colectivo.
Días atrás en el programa de Ernesto Tenembaum en Radio con Vos llevaron a Nicolás Márquez en concepto de escritor. Una nota que claramente buscaba un bait y “polémica”. Cuando el abogado y confidente del presidente Milei djo que “una persona de tendencia homosexual vive 25 años (promedio) menos que una persona heterosexual” y nadie pudo articular una respuesta clara.
Hubo indignación e intentos, pero nadie le pudo decir que eso es mentira, que nadie vive menos por ser LGBT+ sino que se vive menos por la falta de acceso a derechos, no es por quiénes somos sino por cómo nos castigan. Y hasta los medios más “progres” se encargaron de difundir los dichos de Márquez con ese pretexto de exponer y con la desesperación del click. Pero poquísimos llevaron especialistas en Derechos Humanos a parar la desinformación. Y muchos menos hablaron del ataque de odio dos días después a cuatro lesbianas en Barracas, ni se preguntaron por su calidad de vida, acceso al empleo y vivienda. Entonces, si ellos no hacen autocrítica, ¿por qué nosotrxs sí? Porque esto nos ayudará a que al momento de gritarle un par de verdades en la cara dura con tufo de aliado tengamos mejores propuestas.
Es tiempo de hurgar en la propia mierda, abrir los clósets y airear los monstruos, ya es hora de abrazar las propias contradicciones, dejar de caminar en puntitas de pie sobre los propios discursos, vomitar todo y con eso hacer collages, porque todo está siendo terrible, y las muertes las seguimos poniendo los espacios más vulnerables. Y no sirve ni el silencio, ni la indignación que pasado el trending topic pasa a otra cosa, a otro tema caliente. Porque nuestras muertes responden a estructuras enormes que debemos desarmar entre todxs. ¿Por qué las víctimas estaban a merced del odio? ¿Tenían trabajo, vivienda, familia, círculo de contención? ¿Quién se seguirá preguntando esto? En esa información tendremos algo de justicia y la pista para evitar futuros ataques. La historia deja pistas forenses que desnudan esta sociedad patriarcal. Si no nos detenemos a leerlas y accionar, estamos desprotegiendo los presentes y futuros.
Hace poco frente al nuevo faltante de medicación VIH un amigo me preguntaba qué hacer. Le respondí y me escuché diciendo lo mismo que en 2016, 2017, 2018 y 2019; le respondí y me escuché callando lo mismo que en 2020, 2021, 2022 y 2023; entonces lo único que pude responder fue la necesidad urgente de comenzar a pensar nuevas manera, nuevos caminos, otras respuestas, otras alianzas, diferentes estrategias. Al brillo en sus ojos y la pregunta de ¿cuáles? Solo pude responder: “No tengo idea”. Quizás en esa primera autocrítica, esa primera autopsia de quiénes fuimos, encontremos la punta del hilo que nos conduzca fuera de este laberinto.
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