¿Puede una persona perversa contribuir al bienestar general?
Me hice esta pregunta y la subí a las redes sociales después de escuchar al presidente de la Nación Javier Milei insultar al fallecido Ginés González García. Agraviar a un muerto es insultar a sus familiares y amigos porque, obviamente, el aludido nunca se enterará de la ofensa. Por esa razón es algo que no suele hacerse. Pero sonó más raro aun en boca de un presidente democrático, que debería mostrarse como un referente ético y un ejemplo para la concordia social. Pero Milei es un economista que sabe administrar el odio y utilizarlo a su favor. Como lo hacen las personas profundamente malas.
Gines González García te puede caer bien o mal, incluso, podés pensar igual que Milei sobre su eventual ineficacia, pero de allí a tratarlo de “hijo de puta” el día de su fallecimiento hay un largo trecho. Además, el presidente mintió para justificar sus puteadas: lo responsabilizó por la muerte de 100.000 personas durante la pandemia, por ejemplo. El discurso de odio está sostenido siempre por alguna fake news y Milei lo sabe. Todos los organismos serios vinculados a la salud en el mundo, ubican a la Argentina entre los países de la región con mejor perfomance durante el covid.
Sí se puede señalar que Ginés utilizó su cargo de ministro de Salud para favorecer a un grupo de políticos y a un periodista amigo con una vacunación prematura que no correspondía. Se puede debatir la duración de la cuarentena, la compra de vacunas y el extenso cierre de escuelas, pero no hay ningún indicio de una actuación venal o ineficiente. El llamado “vacunatorio vip” le costó a González García el cargo y una causa judicial. Su peor castigo fue terminar una carrera de sanitarista prestigioso en medio de ese escándalo.
Los insultos en el día de su deceso hablan más de Milei que de Ginés González García. Lo definen como un ser irascible, malo y violento. Y lo más sorprendente, Milei reacciona así cuando la realidad se ajusta a sus deseos, cuando le va bien: bajó la inflación, hizo un fenomenal recorte del gasto público casi sin resistencia, el Congreso la aprobó leyes fundamentales y aceptó los vetos que el presidente lanzó contra iniciativas que no le gustaban, como el aumento a jubilados y la financiación universitaria. Todo eso, a pesar de contar con una representación raquítica de parlamentarios propios. La oposición que lo resiste está navegando en internas y se divide. La oposición dócil, que incluye gobernadores y legisladores de todas las fuerzas políticas se le somete por espejitos de colores.
En tanto, baja el riesgo país ante su juramento de pagar la deuda a como dé lugar. El dólar se mantiene quieto, el blanqueo es un éxito y los grandes empresarios lo ovacionan hasta cuando emite groserías. Mantiene altos niveles de aprobación a pesar de la caída del salario y del consumo. Y, dice, está enamorado. Entonces, si reacciona así cuando supuestamente le está yendo bien ¿qué pasará cuando las cosas no le salgan tan bien?
Como si no le hubiese alcanzado con Ginés, en la tele expresó “su morbo” de querer ponerle “el último clavo al cajón del kirchnerismo con Cristina Kirchner adentro”. La frase es más que desafortunada, sabiendo que la ex presidenta estuvo a punto de ser asesinada por un marginal. Hasta el antiperonista más tenaz sabe que Milei cruzó otro límite con su particular metáfora. La violencia discursiva suele encontrar traducción en la calle y en múltiples direcciones.
Milei habla como si fuera un forista exaltado de X y no como un presidente. Arenga a una hinchada que lo aplaude y no tolera la más mínima crítica. Los que pedían por la República y la libertad de prensa cuando gobernaba el peronismo ahora callan y encuentran justificaciones a sus bravuconadas.
La pregunta es pertinente: ¿Puede una persona perversa contribuir al bienestar general? En la pregunta está la respuesta, diría el poeta.
*Periodista, escritor, cazador de historias… bloguero exclusivo de Periodismo.com.
Twitter: @Sietecase