La relación de Javier Milei con el mundo industrial reconoce estas
hipótesis:
No conoce cómo funciona su entramado productivo y laboral.
Ignora los componentes básicos que lo hacen estratégico en el desarrollo
económico y en la innovación tecnológica.
Tiene rechazo a empresarios y trabajadores del sector por dogmatismo
ideológico.
Está convencido de los estereotipos colgados sobre industriales,
alimentados durante décadas por el discurso económico conservador.
Puede ser una, algunas o todas juntas estas suposiciones para abordar el
vínculo tóxico de Milei con la industria. O, directamente, concluir que no le
interesa aprender de la historia local e internacional ni escuchar a estudiosos
del tema acerca de su importancia en el crecimiento de las naciones.
Hubo gobiernos y funcionarios con más o menos indiferencia sobre el mundo
industrial, desde la última dictadura militar, pasando por el menemismo y luego
el macrismo, que han impulsado medidas orientadas abiertamente hacia la
desindustrialización. Pero ninguno expresó, como Milei, semejante comportamiento
torpe y nivel de desprecio a la industria, acompañados de políticas para
perjudicarla.
La última expresión de rechazo fue ausentarse de la 30° Conferencia
Industrial organizada por la UIA, vacío que imitó el ministro de Economía, Luis
Caputo, quien actúa en redes sociales como muñeco de ventrílocuo para
congraciarse con su Chasman.
El espejo opuesto de Brasil
En contraposición, un día después de la burla libertaria a la UIA, se
desarrolló el 14º Encuentro Nacional de la Industria de Brasil, y el presidente
Lula da Silva y el vicepresidente Geraldo Alckmin hablaron en la apertura del
evento, reafirmando una alianza clave sostenida con un plan industrial de miles
de millones de dólares para confirmar la vocación brasileña de consolidar su
lugar de potencia regional.
La economía argentina de Milei se orienta a consolidar su rol periférico y
subordinado como proveedor de materias primas para el mercado internacional.
El caso más patético de esta política de condenar al país a un atraso
relativo es la construcción del ducto de exportación de gas desde Vaca Muerta
hacia el polo industrial de San Pablo, Brasil. Materia prima argentina para
fortalecer la expansión de la industria de Brasil.
Los libros de historia no muerden
Milei, antes de ningunear a los industriales, los había insultado en su
propia sede, en el Día de la Industria, en septiembre pasado, al señalar que el
período de mayor expansión industrial “fue durante el modelo agroexportador, y
no con el modelo fracasado de sustitución de importaciones”.
Esta afirmación colisiona con el saber básico de la historia económica
argentina. La industria nacional empezó el período de expansión en el mismo
momento en que se agotó el modelo agroexportador, en la década del 30 del siglo
pasado, derivado del crac bursátil de Wall Street y la posterior recesión
global. Este proceso se aceleró desde mediados de la década del 40 hasta el
freno abrupto provocado por la última dictadura militar.
El proteccionismo y el desarrollo industrial fueron las estrategias de
muchos países durante varias décadas, entre ellos Argentina, conformando una
estructura social integrada y de avanzada en comparación con el resto de
Latinoamérica.
Milei agregó, en este discurso, que con la sustitución de importaciones “la
industria quedó subordinada al Estado con subsidios y aranceles” en una
relación de “tutela viciosa” que “arrastramos hasta hoy”.
La consecuencia de esa política “es que para proteger la industria se le
robó al campo, y esta protección lo único que generó es un sector industrial
adicto al Estado. Esta es una de las raíces de las crisis económicas
estructurales que padecemos desde hace tantas décadas”, distorsionó Milei, de
esta forma, la interpretación del estancamiento económico argentino.
La principal diferencia en relación a los ciclos de desindustrialización
pasados
Existe la válida tentación analítica de asociar la deliberada política de
desindustrialización de Milei con las aplicadas por Martínez de Hoz en la
última dictadura militar, por Domingo Cavallo en el gobierno de Carlos Menem y
por el equipo económico del gobierno de Mauricio Macri.
En la concepción y en la práctica, tienen los mismos rudimentarios
ingredientes de fomento de las importaciones con la apertura comercial
indiscriminada y atraso cambiario, y ensañamiento con la producción nacional,
eligiendo como blanco la comparación de brecha de precios y calidades con
productos del exterior.
Aparece, sin embargo, una diferencia fundamental que puede hacer de este
proceso libertario una desindustrialización aún más devastadora que los
intentos anteriores: la transformación estructural de la economía mundial, los
cambios en la distribución del poder entre potencias y el proceso de
(des)globalización.
Estados Unidos, y más atrás Europa, han lanzado una estrategia de
reindustrialización en territorio propio, buscando dar marcha atrás con la
deslocalización de plantas fabriles (para aprovechar costos más bajos de
salarios y energía) en países periféricos asiáticos y europeos.
A contracorriente del ciclo económico global
Los tres procesos de desindustrialización argentinos anteriores se
extendieron en un tiempo donde coincidían en la misma frecuencia de apertura
comercial global y estrategias de las multinacionales de mantener o incrementar
las ganancias con la deslocalización de eslabones de la producción, para luego
integrarlos y ganar cuotas de mercado con este incremento de la productividad y
competitividad.
El iniciado por Milei, en cambio, va a contracorriente de la tendencia
global, haciendo aún más vulnerable el entramado industrial local en una
economía mundial que está funcionando con otras reglas.
El siguiente dato resulta ilustrativo de los cambios y el reordenamiento
global, que descoloca el relato económico libertario de Milei: en el año 2000,
China representaba el 6% de la manufactura mundial; se proyecta que en 2030
será casi la mitad de toda la manufactura mundial, según la investigación
"El futuro de la industrialización", de las Naciones Unidas. “Este
tipo de cambio no tiene precedente en la economía mundial moderna”, señalan los
autores de este documento.
En el mismo período, Estados Unidos retrocedió del 25% al 11%; Japón del
11% al 5%, Alemania del 8% al 3%. Porcentajes que explican el regreso del
proteccionismo y la reindustrialización en las potencias económicas.
El ABC de la política industria
El economista jefe de la Confederación Sindical Internacional, el argentino
Daniel Kostzer, escribió el texto “¿Qué se entiende por políticas industriales
hoy en día?”. Podría ser utilizado como manual de educación básica para la
comunidad liberal-libertaria, dedicada a exhibir sin pudor la soberbia de la
ignorancia.
Los principales conceptos entregados por Kostzer son los siguientes:
La política industrial se refiere a las estrategias gubernamentales
destinadas a influir en la estructura económica de un país mediante la
promoción de sectores o industrias específicas para lograr el crecimiento
económico, la competitividad y la transformación estructural.
En los últimos años, la política industrial ha evolucionado desde las
formas tradicionales que se centraban en el proteccionismo y el desarrollo dirigido
por el Estado hasta incluir una gama más amplia de herramientas que abordan
desafíos contemporáneos como la globalización, el cambio climático, la salud
mundial y la transformación digital.
Las políticas industriales modernas han evolucionado significativamente con
respecto a los enfoques proteccionistas y estatistas del pasado, como la
industrialización por sustitución de importaciones (ISI) en América latina y
las estrategias orientadas a la exportación de los tigres del este asiático.
Hoy, las políticas industriales son más matizadas y se centran en fomentar
la innovación, la digitalización, la sostenibilidad y la integración en las
cadenas de valor globales.
Los gobiernos utilizan una combinación de mecanismos de mercado e
intervenciones estratégicas para promover las industrias de alta tecnología,
garantizar una transición ecológica y generar resiliencia en sectores críticos.
El Fondo Monetario Internacional y otras instituciones financieras
internacionales, como el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio,
tradicionalmente han sido escépticos respecto de las políticas industriales, en
particular en sus formas más antiguas (por ejemplo, el proteccionismo y la
planificación económica dirigida por el Estado). Sin embargo, en los últimos
años, sus opiniones han evolucionado debido a la dinámica económica mundial
cambiante, los nuevos desafíos para el desarrollo y el éxito de las políticas
industriales estratégicas en varios países.
Qué está haciendo la mayoría de países con base industrial, menos la
Argentina de Milei
Kostzer entrega una guía extraordinaria de los planes de industrialización
que están impulsando las potencias económicas, un sendero opuesto al que ha
colocado Milei a la economía argentina:
La Estrategia Industrial Europea busca aumentar la resiliencia en sectores
clave (por ejemplo, semiconductores, suministros médicos) y garantizar la
competitividad en las cadenas de valor globales, al tiempo que se adhiere a los
objetivos de sostenibilidad. El enfoque está basado en innovación, liderazgo
digital y sostenibilidad, con un gran énfasis en las asociaciones
público-privadas y las inversiones estratégicas a través de iniciativas como
“Horizonte Europa”.
En los últimos años, Estados Unidos ha adoptado una postura más proactiva
en materia de política industrial, y el gobierno ha tomado medidas para
remodelar las cadenas de suministro e impulsar industrias clave como los
semiconductores, la energía limpia y los productos farmacéuticos. Las
iniciativas clave son la Ley de CHIPS y Ciencia de 2022, destinada a fortalecer
la producción nacional de semiconductores, un ejemplo de política industrial
impulsada por preocupaciones estratégicas. La Ley de Reducción de la Inflación
también apoya a las industrias verdes a través de subsidios para vehículos
eléctricos y tecnologías de energía limpia. El objetivo es ganar competitividad
en la carrera tecnológica global (en particular con China), la repatriación de
industrias críticas y el fomento de la innovación a través del apoyo
gubernamental.
El plan Made in China 2025 es un ejemplo por excelencia de una política
industrial moderna que busca modernizar la base manufacturera del país
centrándose en industrias de alta tecnología como la robótica, la industria
aeroespacial, los nuevos materiales y la biofarmacéutica. Las características
principales son la fuerte intervención estatal, subsidios y apoyo a industrias
que son estratégicamente importantes para la competitividad global. China
también se centra en el desarrollo de cadenas de suministro nacionales para
reducir la dependencia de la tecnología extranjera. Está enfocado en la
autosuficiencia tecnológica, liderazgo global en industrias emergentes y la
reducción de la dependencia de las tecnologías occidentales.
La iniciativa Atmanirbhar Bharat (India autosuficiente) refleja el deseo de
promover las industrias nacionales y reducir la dependencia de las
importaciones, en particular en sectores como la electrónica, los productos
farmacéuticos y la defensa. El plan de incentivos está vinculado a la producción,
que ofrece beneficios financieros a las empresas que impulsan la producción
manufacturera en sectores como los teléfonos inteligentes, la electrónica y la
energía solar. El objetivo es fomentar la fabricación nacional al tiempo que se
integra a las cadenas de suministro globales, con énfasis en la transformación
digital y la energía verde.
La resistencia de los sindicatos industriales
Mientras la Unión Industrial Argentina exhibe un penoso comportamiento ante
la deliberada política liberal-libertaria de destrucción, los sindicatos
industriales se unen para resistir, reconociendo que son los primeros elegidos
de la guillotina Milei.
Esta semana presentaron un informe sobre el sector que destaca que, desde
el inicio del gobierno, en diciembre de 2023, se perdieron 126.050 puestos de
trabajo, de los cuales 40.000 pertenecen al sector manufacturero, y se cerraron
2333 empresas, 1000 de ellas productoras de manufacturas y en su mayoría pymes.
La información es un relevamiento realizado por la Confederación de
Sindicatos Industriales de la República Argentina (Csira), que engloba a
1.660.000 trabajadores, y está basada en datos de la Superintendencia de
Riesgos del Trabajo. Para el 90% de los representantes gremiales del sector
industrial, la situación de la actividad empeoró en lo que va del año. El 70%
consigna una caída en las ventas y solo el 3,8% afirma que mejoró.
La producción sigue el mismo comportamiento decreciente: casi el 80% de los
referentes gremiales señala que hubo una caída en la actividad y más del 60%
informa que esto se refleja en menos horas de trabajo. Para el 92%, el uso de
la capacidad instalada en las fábricas sigue mal o ha empeorado con el actual
gobierno.
El panorama impacta de lleno en la situación de los trabajadores: en el 60%
de estos 31 sindicatos industriales hubo despidos en el último trimestre y un
tercio da cuenta de problemas por parte de las empresas para afrontar los pagos
de salarios. El 82% de los gremios relevados señala que hubo recorte de horas
extras en su rubro y el 72% habla de suspensiones, licencias y adelanto de
vacaciones para un porcentaje de los trabajadores.
Esta es la crítica situación del primer año de gobierno de Milei, siendo
recién el inicio del proceso de desindustrialización liberal-libertario.
*Economista y periodista. Editor de la sección Economía y del Suplemento Cash. Autor de varios libros.