Por Osvaldo Pellín. La grieta se cierra con la
convicción que se encaren las políticas a favor de las mayorías populares. Si
fuese necesario no estaría mal utilizar los instrumentos plebiscitarios de la
Constitución para que no queden dudas de la orientación que está decidido
llevar adelante el nuevo gobierno.
Soy de los que no creen que el peligro del retorno al gobierno de la derecha se intente producir pocos antes de las próximas elecciones de “medio tiempo”. No creo en idílicos y conciliados intereses. Creo sí que la legitimidad del nuevo gobierno será atacada cada vez que una vacilación sea amplificada u operativizada por los medios.
La campaña del 2021 ya comenzó y la derecha que nunca descansa ya tendrá diseñado aún a esta temprana hora, su plan.
Para eso su artillería seguirá confiando en los medios adictos que son mayoría y de muy elevada potencia.
Cuentan además con la complicidad de los organismos de crédito multilateral, léase FMI y similares. Estos serán un freno de mano constante a la expansión del plan de obras de infraestructura del nuevo gobierno.
Los diputados y senadores nacionales, quizás su flanco más flojo, estarán dotados de la información real o falsa, pero siempre operativa para fundamentar en el discurso la negación a todo intento constructivo de quien gobierne.
El mismo será evaluado por la adhesión popular que eventualmente concite el proyecto a presentar. Cambiarán esa negativa por un nuevo intento de reforma laboral y previsional pues los favores recibidos del FMI, que los auspician, no creo que no esperen, aun fuera del poder político, que sean satisfechos.
El primer tiempo de Macri en el gobierno contó, quiero recordarlo, con el apoyo de muchos legisladores de la oposición, que llevaron su complejo de culpa demasiado lejos alineándose con la bancada oficialista en cuanto proyecto hizo llegar el gobierno al Congreso.
Pues bien, que no se espere que a los Fernández les den el mismo handicap. Ahora los negadores serán el núcleo duro de la oposición en el Congreso.
Los jueces y demás magistrados macristas no dejarán sus trincheras desde donde esperan proteger a los protagonistas del obsceno saqueo producido en los últimos cuatro años y más si contamos también a CABA, donde quedan pendientes asuntos ligados a la corrupción no investigados todavía. Simularán ecuanimidad y propalarán los fundamentos de sus posturas con sus voces engoladas de institucionalidad y sus trajes a medida de una ética escasamente sincera.
La dotación de sectores que durante la gestión macrista está aún en vigencia se convertirá, por arte de los votos que sellarán su derrota, en una masiva banda de conversos que comenzará a retacear el apoyo al nuevo gobierno, si perciben un dejo de debilidad. Así de dura será la lucha. Estarán al acecho y a la espera de que los vientos de la maldad soplen hacia su lado y así poner la proa hacia la inestabilidad del gobierno, que esperamos sea el de Alberto y Cristina Fernández.
El ministerio de la venganza, que de hecho derogará Alberto, ellos no lo dejarán. Por el contrario será la señal de que han sido tocados por una mancha venenosa, de difícil extinción.
El nuevo gobierno deberá ir con pie de plomo pero sin miedo, pese a que ante cualquier tropiezo no tendrán piedad en denostarlo.
Esto implica coraje y contar con buenas espaldas para avanzar aun en las peores circunstancias. Viene bien por eso aludir a las palabras de Néstor al asumir allá en el 2003: “...no llegué hasta acá para dejar mis convicciones en la puerta de entrada de la Casa de Gobierno”.
No creo en los argumentos que sellan la grieta con voluntarismo. La grieta se cierra con la convicción de las políticas que se encaren a favor de las mayorías populares. Si fuese necesario no estaría mal utilizar los instrumentos plebiscitarios de la Constitución para que no queden dudas de la orientación que está decidido llevar adelante el nuevo gobierno.
No obstante, hay que dejar un hálito de esperanza, tampoco dudo que el pueblo empoderado de su nuevo gobierno defenderá en el terreno su legitimidad y como buenos peronistas, sus ideas en una indeclinable militancia.