Frente al posible mal resultado,
a mediano y largo plazo, de la fantasía del "hidrógeno verde" que le
habrían transmitido al presidente Alberto Fernández su canciller y su
exministro Kulfas --y a casi todo el poder político de la provincia de Río
Negro-- son pertinentes algunas precisiones que van más allá de los
comentarios irónicos de quienes abaratan asuntos porque son playitos o cipayos.
Y la primera precisión es
subrayar el silencio del poder. Tan macizo que genera preguntas ineludibles,
que en sí mismas fungen como acusaciones. ¿Es que en lo referido al Paraná y el
Canal Magdalena el silencio pertinaz de las autoridades encubre la entrega de
nuestra soberanía y es por eso que "de eso no se habla"? ¿Cómo se
explica que quienes deben custodiar la soberanía, inexplicablemente sigan
callando y miren para otro lado?
El drama de la Argentina no se
expresa solamente en el hambre de millones de personas, ni en la inflación que
el gobierno no se atreve a detener (porque no se atreve, sinceremos la
cuestión, pues de lo contrario ya se habrían derogado por lo menos las Leyes de
Entidades Financieras y de Inversiones Extranjeras).
El drama es pavoroso de por sí, y
hace rato se debía haber firmado lo que hay que firmar para empezar de una vez
un camino diferente de esta deriva patética que padecemos 47 millones de
argentinos y argentinas que no pertenecemos al cuarto de millón de ricos,
especuladores, fugadores, terratenientes y contrabandistas. O sea esa caterva
de dueños de casi todo y también de la voz y del silencio.
En medio de ese porfiado mutismo,
lo más tremendo que se avizora en el horizonte es la entrega de la soberanía
nacional sobre todos nuestros bienes y recursos estratégicos. Esos que casi
todas las naciones del mundo cuidan como oro puro en sus territorios. Y que en
la Argentina garantizaron crecimiento y bienestar popular hasta que milicos y
civiles traidores, asesinos y cipayos desbarataron todo. Que todo hay que
decirlo y en voz alta cuando se hacen los sordos.
Por eso no cabe el silencio en la
lucha por recuperar la soberanía plena sobre el río Paraná y el canal
Magdalena, como no se silencian los compatriotas que en Jujuy y el Noroeste
repudian la extracción de litio de manos de extranjeros que no les dejan ni un
mango, y como ahora en la Patagonia y en cada provincia los negociados cipayos.
Ahí está el fuerte repudio que en la provincia de Río Negro contradijo al
alegre anuncio presidencial y al desvergonzado séquito político de la
gobernadora Carreras, que entrega 625.000 hectáreas a la empresa
australo-británica pero a la vez la "obliga" a pagar anualmente 1,50
dólares por cada hectárea que se mantenga ociosa. Y no es chiste. Y encima pasando
por alto la Ley de Tierra rionegrina y la legislación que protege a la meseta
Somuncurá de toda acción industrial humana porque es una región fundamental del
centro sur rionegrino, donde habitan especies en peligro de extinción y año
tras año se sueltan cóndores.
Quizás por eso las únicas voces
de oposición al proyecto han surgido por parte de las comunidades mapuches, y
de investigadores e intelectuales de las universidades de Río Negro y Comahue:
"Quienes formamos parte de la comunidad científica y universitaria de Río
Negro, investigadoras, estudiantes, docentes y personal no docente, graduadas
de las universidades nacionales e institutos terciarios de la provincia de Río
Negro, reconocemos la urgente necesidad de una transición. Pero no de cualquier
transición, sino de una que apunte hacia un nuevo sistema que ponga en el
centro la vida, la de los seres humanos y la del resto de los seres vivos con
los que compartimos el planeta", expresa el texto que difundieron la
semana pasada.
El documento afirma que ninguno
de los proyectos en danza aportan una "real solución al problema".
"En el mejor de los casos, apuntan a un aspecto importante pero parcial
del mismo, el de las emisiones de CO2, sin abordar otras cuestiones ambientales
como la degradación de ecosistemas, la ocupación de territorios y el
desplazamiento compulsivo de poblaciones de comunidades originarias y rurales,
la pérdida de diversidad biológica y cultural, la generación de residuos, y ni
hablar de las cuestiones sociales".
Y añaden que la producción a gran
escala de hidrógeno verde para exportación (se habla de más de dos millones de
toneladas anuales) "impactará negativamente sobre los territorios, ya que
requiere la instalación de tres o cuatro parques eólicos, un número indeterminado
de electrolizadores, plantas productoras de amoniaco, plantas desaladoras,
etc., en áreas ambientalmente sensibles, como la meseta de Somuncurá, las
costas de los ríos Limay y Negro, o el Golfo San Matías".
Las prevenciones no son inútiles
ni exageradas, dados los efectos de la avanzada de gente de Fortescue Future
Industries (FFI) adquiriendo campos actualmente productivos, para la
instalación de futuros parques eólicos.
Así lo reconoció incluso el
presidente de la Sociedad Rural del Valle del Chubut, Ricardo Iriani, quien
manifestó que "hay preocupación entre los productores y vecinos, por el
vaciamiento de los campos en la provincia de Chubut. Ya se han vendido 10 o 12
campos que podrían llegar a ser 140.000 hectáreas a compradores australianos".
Así lo dijo en referencia a campos ubicados al nordeste de la provincia, desde
Península Valdés al sur, hasta el Paralelo 42.
En estos contextos en los que el
silencio no es salud, asombra que el gobierno nacional haga silencio acerca de
todo esto, mientras se tolera a las mafias privatizadoras, los astilleros están
amenazados y el infame decreto 949/20 sigue vigente e intocable. Y es más
extraño aún, e inexplicable, que el presidente Fernández siga en silencio en
estas materias de soberanía, mutismo que acaso lo colocaría, de hecho,
consintiendo las entregas.
Y a la vez, para colmo, cabe
recordar que tampoco se debate el papel estratégico de los ferrocarriles que
hay que recuperar en la Argentina con urgencia, pues además de tener una red
todavía en buena medida reactivable traerá aparejado el florecimiento de la
industria ferroviaria, que en nuestro país fue fabulosa y puede volver a serlo.
Como igualmente sucede con la otra industria fenomenal que tuvimos y sigue en
pie y es imprescindible repotenciar: la industria naviera, ejemplificada en la
recuperación plena del Astillero Río Santiago, que es emblemático de decenas de
otros astilleros recuperables y que es urgente relanzar.
La pregunta en este punto tan
sensible es: ¿por qué no se invierte en estas dos industrias, que son madres de
muchísimas otras? Así lo supo y lo probó Juan Domingo Perón hasta que fuimos
aquel país poderoso y respetado, y complejísimo pero en esencia justo, que
acabó bombardeado por la brutalidad reaccionaria, produciendo una matazón que
acaso no les perdone toda la justicia divina junta.
Hoy el dilema ya se perfila, por encima de los silencios; de perderse las elecciones el año que viene, en el Paraná se perfeccionará la entrega y el canal Magdalena quedará clausurado para siempre. El litio, el oro, la plata, el cobre, el petróleo de nuestro subsuelo tendrán dueños que no serán nuestro pueblo. Y en la Patagonia acaso se inicie la etapa final y trágica de la partición de la Argentina en dos estados (por lo menos): uno al Norte y otro al Sur del paralelo 41. Véase el mapa que ya circula en internet.
*Periodista, docente y escritor.
Es Doctor Honoris Causa por la Universidad de Poitiers, Francia.