Como docente y director de un Centro de Estudios en la UBA, muchas veces recibo consultas de estudiantes que están culminando su primera carrera de grado, respecto de la conveniencia o no de continuar luego estudiando una nueva Licenciatura. Y mi respuesta es, que eso es particularmente útil solo en algunos casos, y que hoy en día lo más recomendable luego del grado es continuar con una especialización de posgrado o Maestría. Y, en el caso de los profesionales más inclinados a la investigación o la carrera académica, un Doctorado.
¿Pero entonces, por qué era tan común hace unas décadas encontrar
profesionales con varios títulos de grado? Sencillamente porque la explosión de
carreras de posgrado es un fenómeno bastante reciente, de las últimas tres
décadas. Hasta entonces se consideraba a la formación universitaria o superior
como la última instancia de la educación formal, mientras que hoy en día ya es
usual encontrar muchos expertos en su especialidad con postdoctorados.
Actualmente, y máxime si consideramos los desafíos que a todos nos impone
la velocidad del cambio tecnológico, está claro que la educación no concluye
con un título, y que resulta necesario actualizarse, capacitarse y formarse
durante toda la vida.
ONU y educación
En septiembre de 2015, cuando las Naciones Unidas aprobaron su Agenda de
Desarrollo Sostenible 2030, incluyeron como su Objetivo N° 4 “Garantizar una
educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de
aprendizaje durante toda la vida para todos”.
Para comprender la importancia de la educación permanente, y la formación
técnica y profesional de los adultos mayores de cincuenta años, es bueno
reflexionar brevemente sobre algunos ejes.
Por un lado, de la mano del avance tecnológico, año tras año están
desapareciendo numerosos oficios, puestos de trabajo o profesiones. Y por el
otro, se calcula, por ejemplo, que el 65% de los estudiantes de primaria de la
actualidad trabajarán en empleos que todavía no existen. En los próximos cinco
años surgirán dos millones de nuevos puestos de trabajo, hoy desconocidos en el
mundo. Es decir que, mientras la educación formal se enfoque en impartir
conocimientos técnicos necesarios para satisfacer las necesidades del mercado
laboral actual, no se está ocupando del gran desafío de prepararse para los
trabajos que todavía no existen, pero que serán donde realmente ejercerán gran
parte de sus futuros profesionales, por lo cual se les exigirá que continúen
formándose y capacitándose.
La tecnología hace desaparecer oficios, pero crea y adapta muchos otros. Y
este proceso de reconversión de los oficios profundiza la necesidad de la
formación continua, para toda la vida.
(*) Director del Centro Nacional de Responsabilidad Social Empresaria y
Capital Social Facultad de Ciencias Económicas- Universidad de Buenos Aires
*