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El auto maldito. (Por: Marcela Milone*)


Me acuerdo perfectamente esa noche de terror mientras tratábamos de adivinar el desenlace de la toma de rehenes en la sucursal del Banco Nación de la ciudad de Ramallo.

Yo tenía un bebé de seis meses y cuando se despertó a la madrugada para prenderse del pecho, recordé la última imagen que tenía sobre éste fallido intento de asalto con toma de rehenes y prendí la tele. Ya estaba desvelada y tenía curiosidad.

Ramallo, una pequeña ciudad al norte de la provincia de Buenos Aires que se encuentra sobre las barrancas del río Paraná, vivía la peor pesadilla de su historia policial, el asalto había salido mal y el gerente del banco su mujer y el contador convivieron casi 20 horas con los ladrones que de feroces tenían poco y de inexpertos tenían mucho.

Recuerdo que en algún momento de la noche, algunos periodistas de los más encumbrados de la tele actuaban como mediadores, mientras los ladrones sólo querían las claves de la bóveda para sacar el dinero y retirarse. Claramente sabían que eso no sucedería y por un momento estaban los delincuentes y el matrimonio junto al contador cenando todos juntos en una mesa, sin luz y sin esperanzas.

El final de ésta historia es de lo más conmovedora. En un momento de la madrugada decidieron poner punto final a la odisea y salieron del banco con los rehenes, tiros van tiros vienen, policías corriendo, policías disparando y un saldo aterrador: el gerente asesinado, el contador del banco también y Flora Lacave, pobre Flora viendo como su marido con una granada al cuello se desplomaba sobre ella dentro de ese auto maldito.

En éste país pasan cosas como éstas.

Trágicas, increíbles, dolorosas, traumáticas y tristes.

Hoy, 25 años después, la Corte Suprema condenó a la provincia de Buenos Aires a indemnizar con más de 400 millones de pesos más intereses a la viuda del gerente. Flora nunca más pudo sonreir, le sigue doliendo el cuerpo y el alma desde aquel día en que había amanecido como un día normal y terminó con el peor de los resultados.

Extraña a su marido, dice. Y hasta se acuerda de todos los rostros de los asaltantes, alguna que otra sonrisa y la frase letal de uno de ellos cuando un intermediario le preguntó:

-¿Qué estás pensando ahora?

-“Que me estoy comiendo una latita de paté”.

MM - 6-3-2024

*Periodista, Productora de TV, Docente, Realizadora, Asesora de Medios en Campañas Políticas, Columnista en portales web   https://milonemarcela.blogspot.com

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