El acceso a la educación hace a las personas artífices de su futuro, pero
para eso es fundamental destinar recursos necesarios para garantizarlo.
Cuando tratamos de pensar cómo podemos ser un país más desarrollado suele
venirnos a la cabeza la idea de grandes inversiones, la creación de nuevas
industrias y mayores avances en tecnología. Todo esto es muy necesario, pero,
para llegar a eso, previamente hay que sentar las bases para que suceda.
La educación pública es el ámbito donde las personas, sea cual fuere su nivel económico, tienen la oportunidad de formarse, aprender y socializar en igualdad de condiciones y de oportunidades. En las aulas pueden convivir el hijo de un obrero, el de un comerciante y el de un magnate. En este espacio, la distancia entre clases sociales se achica y todos parten de la misma base.
Un caso ejemplar en este sentido es lo que se conoció como el “milagro finlandés”. Hasta la década del 60, sólo el 10% de los finlandeses había terminado el colegio secundario, ni hablar de llegar a la universidad. ¿Cómo hizo el país nórdico para, en 30 años, pasar de ser una nación con bajo nivel de educación a liderar las evaluaciones internacionales? Apostó a la educación pública de calidad y destinó recursos a mejorar el acceso para todos sus ciudadanos. Es así como en Finlandia la educación pública es elegida por miembros de todas las clases sociales debido a su alto nivel educativo.
Partiendo de esta base, por deducción lógica si la educación pública dota de iguales oportunidades a todos, entonces es la llave para la movilidad social ascendente. Así lo retrata “M'hijo el dotor”, el drama teatral escrito por Florencio Sánchez, que ya mostraba a principios del siglo pasado que el hijo de un campesino puede convertirse en profesional si tiene la oportunidad de estudiar.
Si bien esa gran obra es el fiel reflejo de lo que ocurría en la sociedad, es preciso argumentar con datos concretos. Hace escasos meses economistas de la fundación FUNDAR, elaboraron un estudio en el que cruzaban variables del acceso a los distintos niveles de educación y la respectiva movilidad entre ellos con los ingresos económicos de los habitantes de distintos países del mundo. El resultado fue revelador: a mayor niveles de estudio, mayor ingreso. Pero no sólo eso, no conformes con lo arrojado decidieron cruzar los datos con niveles de igualdad y la respuesta fue la misma: más estudios, más igualdad.
El acceso a la educación hace a las personas artífices de su futuro, pero para eso es fundamental destinar recursos necesarios para garantizarlo. Y aquí llegamos a los docentes que son tal vez la parte más importante de la calidad educativa y así lo demuestran los países en el mundo. Según el secretario general de la Internacional de la Educación (IE), en los países del mundo capitalista, un docente gana básicamente lo mismo que un médico, ellos decidieron que la docencia iba a ser la profesión más importante del país. Tienen becas desde la secundaria para incentivar a los chicos a que estudien para ser docentes. La formación inicial es gratuita, la formación continua también. Pero no sólo lo dice el secretario, sino que el Ministro de Educación de Singapur dijo “es la mejor inversión que podemos hacer”. Algo totalmente alejado de nuestro país cuando los salarios docentes están atrasados y se los considera un “gasto”.
Igual de importante es la infraestructura, las instituciones educativas y el correcto mantenimiento son esenciales para mejorar la calidad educativa. No es novedad que Argentina presenció un aumento demográfico y es necesario que las aulas acompañen este fenómeno, conforme crece la población también lo deben hacer las escuelas y universidades e igual de importante es el personal No docente que se encargan de su mantención y realizan las tareas operativas y administrativas que hacen a una buena educación. Un trabajador No docente, no sólo sirve como apoyo sino que también es el que hace funcionar a la universidad y todo lo que ocurre en su entorno, es un abogado en el departamento de legales, como un médico en los hospitales universitarios.
Por último, pero no menos importante, la sociedad tiene que darle el valor que corresponde a la tarea de los trabajadores de la educación. Hasta no hace mucho en nuestro país trabajar en una institución educativa era sinónimo de prestigio, algo que se fue deteriorando progresivamente. Revalorizar esto es una tarea de todos, pero también es una decisión política. Yendo a los casos mencionados anteriormente, los países más desarrollados, del primer mundo, decidieron como política de Estado, levantar el perfil de quienes desempeñan sus tareas en el ámbito de la educación, tanto es así que llegaron a ser más valorados que los políticos.
Con pocos recursos, los docentes y los Nodocentes llevan adelante una gran tarea y esta tiene que ser reconocida por los padres, los alumnos y la población en general. De hecho, son ellos los que están formando a las generaciones que tendrán a su cargo la tarea de convertirnos en un país más igualitario. La UBA, por caso, con poco tiene un prestigio internacional y es reconocida a nivel mundial, recortar “gastos” no es el camino, principalmente porque lo que se destina a la educación pública es una inversión a futuro.
* Secretario adjunto de FATUN