El segundo político más importante del mundo, al igual que cualquier mortal, tiene rollos. Uno, claramente, con las mujeres. Pero otro, más vinculado a estas líneas, es su evidente rollo con la altura. El Cucos es bajo de talla. Los epítetos con que las niñas y los niños suelen ajusticiar a las personas de talla baja, con la impunidad de la que sólo a esa edad somos capaces, son infinitos.
El límite es la creatividad humana. Corcho era que el que usábamos en el barrio para etiquetar al más bajo de nosotros; un apodo que al bueno de Juan Manuel le perdura aún, a sus 50. Lo lleva con elegancia. De a ratos lo extraño. Pero “tapón” era otro muy frecuente; su pregnancia no fue la misma en mi niñez, pero en algún sentido es la asociación nada libre que puede hacerse para explicar esta coyuntura tan… argentina.
Ríos de tinta han corrido para intentar explicar las razones que subyacen a la impactante paciencia de la calle frente a un proyecto decididamente empobrecedor. Un proyecto que, en la abrumadora mayoría de los planos es improvisado y torpe, aquí y ahora, ha bolsiqueado a diestra y siniestra (incluyendo, claro está, a buena parte de su feligresía).
Un proyecto que explicitó la pretensión empobrecedora desde antes de asumir, está cumpliendo con creces. Y la Olivos de Alberto fue testigo privilegiada de aquella premonición, hoy convertida en dolorosísima realidad, que cuenta en 52,9% de pobres, especialmente niñas, niños y adolescentes. Una tragedia de proporciones.
Como no pretendo hacer ejercicio ilegal de la sociología política, ni abusar del cherry picking de encuestas y sondeos, insisto con una idea muy precaria: el enojo y la frustración con todo lo conocido de buena parte del 30% de las PASO ante los recurrentes fallidos de la política, abrió la ventana para que se cuele “la cosa”. Y ese indignado y esa indignada, quieren tener razón. Necesitan tener razón. Frente a una salida ocurrente de CAdorni, se regodean “Que bien que puse el votoooo”. Frente a una denuncia en los medios, que no se prosigue en la justicia como debiera, piensa en los años en que era denostado por unos y otros, desde ambos lado de la grieta, y siente que ya ganó. Como El Cucos.
Es más sencillo de explicar por qué la política no lo limpia. No faltan analistas que se afincan en “el poder de la opinión pública”, en el apoyo popular (¿) del que goza el presidente. Especialmente, en el respeto reverencial de gobernadores (porque gobernadoras hoy no hay) y legisladoras y legisladores nacionales, fundado dicen, en las encuestas en el pago chico. Cuánto hay allí de solapamiento entre el electorado propio y el de La Libertad Atrasa, es una hipótesis no desdeñable a priori, ya que existe, en ciertos distritos, evidencia irrefutable. ¿Alcanza? Creo que no.
La principal razón, sospecho, guarda relación con el inicio de estas notas que sólo en apariencia es errático: el Cucos, y el experimento que lidera, es funcional a los intereses de la casta que sólo podrá comenzar a resolver sus disputas en las legislativas de medio término, y nunca antes. Hasta entonces, el Cucos podrá hacer lo que le dejen hacer las Castas (judicial, política, sindical, empresaria). En ocasiones, porque es un trabajo sucio que les ahorra. En otras, porque hay “convergencia de intereses”. Y en algunas más, sólo para que no trastabille definitivamente antes de tiempo.
El Cucos es el tapón necesario para que las castas se reordenen tras nuevos o renovados liderazgos. Como ese piloto del mismo equipo (o sponsor), que barre la pista, para evitar que el challenger se acerque al compañero o compañera. Es un gobierno que aspira a tirar del mantel de la mesa y armarla nuevamente. Convicción, y claridad de objetivos, no le falta. Mínima pericia, si, por supuesto.
Pero su marca de origen, su karma, es estar siempre a merced de las castas.Y eso no cambiará en lo que resta de su mandato. Hoy lo acompaña, ahí, el palacio y la calle. Si ésta es la fuente última de su poder, aún el último asesor sabe que con eso no alcanza. Hoy está, mañana no. Hace falta más; un tipo de poder político institucionalizado, que no alcanzará siquiera en 2025. Si a ello le agregamos el nulo valor que tiene la palabra para el presidente, el panorama es desesperante (no tuvo ese poder desde el vamos, no le alcanza por buen desempeño que tenga en 2025, y no lo puede adquirir en el mercado político por falluto).
Disfrute mientras dure, Cucos. Ud. También aprendió una lección valiosísima: ganar las elecciones es difícil. Dar la talla gobernando lo es infinitamente más.