Hay más
preocupación por la ludopatía por las apuestas en línea. El médico y concejal
rosarino Leonardo Caruana propone ampliar el concepto de enfermedad y pensar la
ludopatía como un problema sociocultural complejo.
En nuestro país la ludopatía se convirtió en una preocupación central a
medida que las apuestas en línea y los juegos de azar digitales proliferaron.
La sociedad y los medios están haciendo foco en esta problemática que no es
nueva pero que hoy en día adquiere una magnitud creciente a nivel social ya que
alcanza a la población infantil y joven, especialmente después de la pandemia.
Para comenzar me parece fundamental poner en tensión la definición de
Ludopatía, trascendiendo su denominación de enfermedad, más allá del sufijo y
las clasificaciones internacionales. Clasificarla de este modo sería disminuir
las posibilidades de intervención. Creo que es importante pensarla como un
problema sociocultural complejo, por eso propongo no reducirla a un tema
específico de salud mental para que sea posible reubicar los espacios de
injerencia en el ámbito donde se genera el problema, actúan las determinaciones
y por tanto hay más potencial para intervenir.
Estamos de acuerdo con que se trata de otra forma de consumo problemático,
o sea de exceso en el uso de algo que el mercado dispone para el consumo como
son los juegos de azar. Igual que las drogas o la comida son cosas que existen
desde hace tiempo en la humanidad, van cambiando de formato y ahora disponen de
una plataforma social, cultural y tecnológica para expandir su alcance.
Es sustancial plantear el lugar central que tiene el exceso en nuestra
época, delineada por una existencia que lleva a una exposición frenética y a la
experimentación por puro placer; y cómo las redes sociales y las tecnologías en
general ofrecen el espacio ideal para la reproducción de este exceso. Cuando el
exceso pasa a ser “la norma” la idea de contención familiar, social o
institucional se diluye pierde valor y por eso fracasamos con los tradicionales
métodos de promoción y prevención.
La ludopatía es tan grave como las drogas, tanto por lo compulsivo como por
los efectos devastadores en la subjetividad y las relaciones con los otros, el
trabajo en los adultos, el estudio en los niños, la norma en general. La
pregunta es cuánto hay en común en su génesis porque la principal diferencia es
que acá no hay tóxico al que neutralizar con otra sustancia, sino que hay
prácticas socio-culturales que revisar tanto del que consume como del entorno
que lo facilita.
En la actualidad la economía se globalizó, cambiaron los modelos de
negocio, hay una mayor concentración de capital y la contracara de todo esto es
el empobrecimiento de las mayorías y su impacto en las subjetividades que
ofrece un caldo de cultivo para la búsqueda de soluciones mágicas o ilusorias.
En la vidriera hay mucha oferta tecnológica a través de la cual llueven las
promesas de desconexión, felicidad, amor, salud, belleza, diversión, consuelo,
éxito, dinero fácil y tantas cosas que algún punto tocan la vulnerabilidad de
quien sucumbe al juego sin límite.
Es interesante centrarnos entonces en el vínculo que se establece con el
objeto de consumo. Johann Hari, periodista y divulgador especializado en
adicciones, afirma que lo opuesto a la adicción no es la sobriedad sino la
relación con los demás, ya que el enganche con el objeto que genera uso
compulsivo en definitiva es una forma de lazo. Podemos pensar que en esta época
donde el aislamiento, la soledad y el desamparo priman, las redes y el juego se
han convertido en formas potentes de estar acompañados.
Por esto creo que las políticas no pueden omitir el abordaje del tema de
los consumos problemáticos en su dimensión colectiva. Hay que diseñar una
estrategia multidimensional que no excluya, por supuesto, el apoyo o
tratamiento individual a quien lo demande, ni rechace la construcción de
información para conocer el tema más en profundidad, ni exima a las políticas
de buscar el modo de regular la oferta virtual de páginas de juegos de azar.
Pero fundamentalmente donde se aborde la dimensión colectiva de la
problemática, generando espacios de encuentro con los chicos y chicas para
charlar, pensar, inventar y programar acciones que podamos implementar juntos
interviniendo desde distintos lugares en ese espacio donde la conexión con otro
puede ser saludable, donde se recupere la escucha y la circulación de la
palabra sin censura.
Creo que así seremos capaces de proponer algo diferente y no invertir
tiempo, esfuerzo y dinero en reproducir esos modelos de abordaje que nos llegan
como recetas y ya nos dan el esquema para diseñar el programa. Tengo constancia
que Rosario puede darle vuelta a esas cosas y si hay algo que nos sobra es
creatividad y capacidades tanto en términos de desarrollo de tecnologías de la
información y comunicación, como de trabajo en territorio.
*Médico y ex secretario de salud. Dediqué mí vida a trabajar por la salud pública. Concejal.