Desde los centros de jubilados condenan las medidas de Javier Milei. A lo
largo de la provincia de Buenos Aires, las consecuencias son las mismas. Se
selecciona qué remedio comprar, cuánta y qué comida llevar mientras se mira la
represión por televisión.
En las conversaciones se repiten las mismas palabras: maldad, crueldad, cinismo, dolor, desastre, sufrimiento y soledad. Hay más, pero ninguna es buena. En múltiples charlas con distintos centros de jubilados de la provincia de Buenos Aires, afloran las mismas conclusiones respecto al rechazo al veto de Javier Milei al aumento de las jubilaciones, la bronca por la pérdida de cobertura en medicamentos en PAMI y el dolor por la represión del Gobierno nacional contra los jubilados frente al Congreso.
“Hoy se dejaron de comprar los medicamentos oncológicos, los de la artritis o reuma”, afirma Eliseo Yanarico. Preside el Centro de Jubilados ‘Desde el corazón’ en Villa Centenario, en el municipio de Lomas de Zamora. Lo mismo confirma Virginia González, del centro donde se congregan jubilados y pensionados de Benito Juárez, que asegura no poder entender cómo PAMI le quitó la cobertura al cien por ciento a drogas como la morfina o el tramadol, utilizadas en el tratamiento del dolor por el cáncer.
Para Raúl Dellacasagrande, del centro de jubilados ‘Atardecer de los abuelos’ cuenta que, en La Plata, “quienes vienen ya no comen carne y apenas se compran arroz y fideos”. Y al sur de la provincia, en Patagones, Ricardo Trinchant, presidente del centro local, subraya que “hay mucha gente con problemas del corazón y viene colapsado por falta de plata para comprar los medicamentos sumado a la burocracia de PAMI para conseguirlos”.
Así, en distintos puntos de la provincia el escenario está igual de oscuro. Pese a que la jubilación mínima no superará los 305 mil pesos con bono incluido para el mes de septiembre, Milei decidió vetar la ley votada en el Congreso de la Nación para lograr un incremento por encima del 8 por ciento y establecer una actualización mensual basada en el Índice de Precios del Consumidor. Ahora, ambas cámaras deberán reunir los votos para intentar revertir la decisión presidencial que justificó su postura en defensa del superávit fiscal, a pesar de querer destinar 100 mil millones de pesos de gastos reservados a la SIDE.
Todas las decisiones de Milei afectan, puntualmente, a quienes se jubilaron bajo el régimen nacional. En Provincia, los casi 360 mil beneficiaros del Instituto Previsión Social (IPS), perciben alrededor de 800 mil pesos mensuales, según los datos del propio organismo y dependen de IOMA.
Volviendo al plano nacional, en las últimas horas se publicaron los 44 nuevos medicamentos que pierden la cobertura al cien por ciento por parte de PAMI, la obra social estatal de los jubilados. Antibióticos de uso frecuente como la claritromicina o corticoides comúnmente utilizados para enfermedades respiratorias como la betametasona, ya no tendrán este beneficio.
“Desde ahora, con un haber cada vez más deteriorado, van a tener que pagar
por medicamentos de alto uso, como varios antibióticos, corticoides, Metadona
(para tratamiento del dolor) o Metotrexato (para tratamiento de la artritis
reumatoidea), entre tantos otros”, señaló la vicegobernadora bonaerense,
Verónica Magario, en sus redes. Para la matancera, Milei “no se conforma con
haberlos utilizado como la variable más importante de su insensible e
irracional política de ajuste, sino que sigue castigándolos con estas medidas y
con los tarifazos de luz y de gas que ya no pueden pagar”.
No fue la única que se pronunció al respecto. La senadora nacional por la provincia de Buenos Aires, Juliana Di Tullio, lanzó en sus redes la recolección de un millón de firmas contra el veto presidencial con el objetivo de aglutinar legitimidad y fuerza social de cara a la próxima votación que puede definir el futuro económico de los jubilados. Milei vetó un aumento del 8 por ciento y sólo otorgó un 4 por decreto para el mes septiembre.
“Compran lo que pueden”
A raíz de la última medida de PAMI de recortar las coberturas en la totalidad de los precios de más de cuarenta medicamentos, muchos jubilados charlan en los centros sobre cómo descartan algunos remedios, buscan opciones, reducen los miligramos o, simplemente, “compran lo que pueden con la plata que tienen sin analizar nada”.
Así lo relata Alicia López que, al igual que Yanarico, preside un centro en Lomas de Zamora. En su caso, en Villa Albertina. “Los primeros medicamentos que dejan de tomar son los más caros”, sostiene. Habla de que los jubilados son personas adultas que suelen padecer todo tipo de dolores, por lo que el Diclofenac o el Geniol son de uso común. “Hay salen 8 mil pesos o te los cubren al 50 por ciento cuando antes eran al cien”, apunta. Y subraya: “PAMI sacó los medicamentos oncológicos".
Lo mismo lo resalta Yanarico. “Todo lo que respecta a las articulaciones lo dejaron de comprar, y eso duele, porque somos nosotros los que levantamos la República Argentina, los que hicimos los edificios, y hoy nos están borrando de un plumazo los derechos”, advierte con 74 años quien se jubiló tras ser plomero. “Se perdieron los oficios, se perdió mucho en la construcción, y hoy como no hay laburo cualquiera hace cualquier cosa”, señala.
Ambos mencionan que dependen mucho de las donaciones que llegan a los centros. López, quien con 56 años cobra una pensión y está involucrada en el trabajo con jubilados hace treinta años, remarca que PAMI está “desabastecido”. “No tienen una camilla ni una silla de ruedas y hoy vienen personas con la espalda en carne viva por el lugar donde duermen”, asegura.
En Patagones, Trinchant indica que el acceso a los medicamentos “anda más o menos bien”, pero que la atención de PAMI es un gran problema. “Se notó cómo se dejaron de cubrir remedios, te piden avalar todo, volver a recetar, todo demora más de 40 días, las droguerías traen diferentes remedios y no los que te recetan y en vez de una caja tenes que tomar dos”, explica.
“Parece que nosotros, los que tenemos una edad avanzada, molestamos”, dice quien se jubiló tras 35 años de servicio en la Prefectura y vivió toda su vida en el distrito más austral de la provincia.
Para el platense Dellacasagrande, la situación es “desastrosa”. Cuenta que son 107 jubilados los que se acercan cotidianamente al centro y las historias son cada vez más tristes. “Una tableta de un medicamento para la presión sale 3 mil pesos, y hoy ya no la pueden comprar”, apunta con bronca.
“Se busca lo más barato”
Así como con los medicamentos, la comida entra en el combo de los descartes según el presupuesto con el que se cuente. Varios de los consultados cuentan que, antes de la pandemia, PAMI entregaba un bolsón de alimentos que incluía pollo, huevos, yerba, aceite, arroz y múltiples productos. Con el arribo de la pandemia, el beneficio se transformó en un importe dentro del depósito de haberes mensual por las dificultades logísticas para repartir en medio del COVID-19.
Ese monto quedó desactualizado y no equivale a lo que se compraban. Con la inflación de los últimos meses y la descomposición del poder adquisitivo, en los distintos centros cuentan cómo la carne y las verduras o las frutas terminaron afuera del menú de los jubilados.
¿Por qué se reemplazaron? “No siempre se reemplaza”, cuenta González de Benito Juárez. Por el lado de La Plata, Dellacasagrande afirma que “apenas se compran fideos y arroz”. En el caso de López, en Lomas de Zamora, las ofertas de pollo y de cerdo están al tope de la búsqueda. “Muchos apuntan a las alitas”, dice la referente.
“Ves a la mayoría buscando precios, la gente mayor va con sus hijos y están agachados para ver qué vale menos y en vez de llevar un kilo llevan medio, ves que no hay legumbres porque aumentaron un montón, y lo que aumenta es el consumo de fideos y polenta”, cuenta Trinchant de Patagones.
Hacia el centro de la provincia, en Benito Juárez, González relata que las donaciones son de gran ayuda. Junto al municipio gobernado por Julio César Marini, hay mucha presencia en la búsqueda de aquellos jubilados que no les alcanza para comer. “Lo que sí vemos es que la carne no se reemplaza por proteína y la verdad que duele porque prohibirse de las cosas a esta altura de la vida es muy cruel”, lamenta.
Por eso todos los consultados lamentan la decisión del veto al aumento de las jubilaciones desde la ANSES. Y no son los únicos. En un trabajo realizado por el Observatorio de Psicología Social Aplicada de la UBA sobre 862 casos distribuidos en un 16 por ciento en Capital Federal y el 84 restante en la provincia de Buenos Aires, la conclusión es clara: el 58 por ciento no está de acuerdo con el veto.
Además, entre quienes votaron a Milei en el balotaje, un nada despreciable 28 por ciento se manifestó en desacuerdo con la decisión presidencial. Del total de los consultados, un 46 por ciento cree que el líder libertario “miente” cuando argumenta su veto con la idea de sostener el equilibrio fiscal.
“Nos quieren descartar”
En continuidad con el tema veto, a lo largo de estos días las redes sociales apuntaron al antecedente de Cristina Fernández de Kirchner ejecutando la misma medida ante la aprobación del 82 por ciento móvil en 2010. Al respecto, Julia Strada, diputada nacional por la provincia, detalló en sus redes donde radica la principal diferencia contextual entre ambas decisiones.
“Entre 2003 y 2010 las jubilaciones más que se duplicaron (+102,8 por
ciento), y es luego de esa fenomenal mejora que tiene lugar el veto de CFK al
82 por ciento móvil. ¿Adivinen qué pasó después del veto? Siguieron subiendo: +25,9
por ciento por arriba de la inflación”, publicó en su cuenta de X la
legisladora. Y lo comparó con el actual Gobierno, donde desde noviembre de
2023, las jubilaciones cayeron más de un 26 por ciento sin contar el bono y más
de un 21 si se lo tiene en cuenta al adicional fijo de 70 mil pesos.
“Retrocedimos muchos años atrás, recuerdo a Norma Pla”, hace memoria el lomense Yanarico. Pla, también del partido de Lomas de Zamora, nacida en Temperley, fue el rosto de la lucha de los jubilados en la década de los años noventa. “Ya aparecerán más Norma Pla”, señala desde La Plata Dellacasagrande.
Ambos tienen marcada la violencia del Estado. Hablan de que es una circunstancia que se repite y que, lamentablemente, la sociedad tiende a acostumbrarse. Condenan la última represión sobre jubilados que marcharon al Congreso para reclamar por un aumento en sus haberes a manos de Patricia Bullrich.
“Los jubilados están muy enojados, tendríamos que salir todos a la calle, porque cuando les mostraba en el centro los videos de la represión me decían que son pocos y somos muchos jubilados, que tenemos que unirnos porque es un atropello”, relata López desde Villa Albertina.
En Juárez, la visión de González es lapidaria: “Nos quieren descartar”. Conversa con este diario mientras viaje de vuelta a su ciudad junto a un grupo de jubilados que fue a competir por los torneos bonaerenses a 140 kilómetros, en la localidad de San Cayetano. “Buscamos que se distraigan”, dice. Al igual que todos los centros con los que se habló en esta nota, hay una constante búsqueda por generar actividades de entretenimiento.
Son constantes los relatos sobre las familias que abandonan a los adultos,
que no les pasan dinero, que se los quitan, que no les permiten cobrar su
jubilación, que van al banco y en vez de traerles la mínima les dejan 30 mil
pesos, que sus nietos viven en el piso de arriba y no los visitan o que,
directamente, hacen años no ven familiares. A este amplio universo de
argentinos, Milei decidió explicarles que significan un porcentaje del PBI
aparentemente muy elevado cómo para que su jubilación de 300 mil pesos suba más
de un 4 por ciento.
*Director del Instituto de Trabajo y Economía. Autor del libro "¡Inflación! ¿Por qué Argentina no se la puede sacar de encima?" Se dedica a estudiar la macroeconomía.