Por Eduardo Finocchi*.- Es fácil encontrar en antiguos
álbumes guardados, seguramente de nuestros padres y abuelos, algunas de esas
fotografías en blanco y negro o color sepia donde la familia posaba en la
calle, en un día de campo o junto a cualquier lugar destacado de la ciudad.
En el siglo XXI, cuando los móviles captan en milésimas de
segundos imágenes de todo tipo y nos sirven para hacer las ya famosas selfies,
cuesta imaginar la dedicación y el esmero para obtener una fotografía, de esos
fotógrafos llamados “minuteros” que andaban por la calle. Cargaban esos pesados
artilugios de madera que eran cámara y laboratorio de revelado al mismo tiempo,
y donde mostraban algunos de sus retratos.
La fotografía analógica, a veces pareciera que vuelve con más
fuerza, pues todavía hay escuelas que la enseñan. Sin retoques digitales, y con
el arte de controlar la luz y el movimiento, claves para obtener a nuestro
gusto una buena imagen.
Pero yo como viejo chasirette, y aún recordando ese tiempo
artesanal y mágico de mis comienzos cuando tenía que revelar, (aunque no en la
calle), mis propias fotografías para
entregar, hoy es imposible competir con la tecnología digital, la que
directamente desplazó a muchos colegas de mi edad y otros porque nos apasionó
casi tanto como la otra, de alguna manera pudimos adaptarnos.
Y la historia de la fotografía continúa, pese que algunos
viejos fotógrafos aconsejamos a diario, que guarden e impriman alguna imagen,
pues con las nuevas tecnologías, la fotos que llevamos en el móvil,
probablemente, las terminemos perdiendo o borrando.
Eduardo Finocchi / @FINOFOT - Fotógrafo / Reportero Gráfico / Webmaster / Ex-Jefe Dpto Fotografía H, Cámara de Diputados Pcia. de Bs. As. /